lunes, 21 de octubre de 2013

Camino a Gavarnie, santuario del pireneísmo francés

El circo de Gavarnie, desde la Hôtellerie du Cirque

Tengo unos días libres a mitad de septiembre, pero las previsiones meteorológicas no garantizan dos días seguidos de buen tiempo, con ese flujo de norte que tantos días de niebla da a la vertiente norte del Pirineo. Después de haber planeado ir hasta Gavarnie y hacer una excursión por la zona, deshecho esta última posibilidad, pero me sigue apeteciendo llegar hasta el santuario del pireneísmo francés. Así que cometo la pequeña locura de ir desde Zaragoza y volver en el mismo día. Visto el resultado no me arrepiento, eso sí intentaré que la próxima incluya pernocta, porque el viaje sin paradas se va por encima de las cuatro horas.
Tras un par de horas de coche, cruzo el Portalet y el paisaje cambia radicalmente, mucho verde y carretera que desciende vertiginosamente primero hacia el embalse de Artouste, donde todavía funcionan las cabinas que conducen al afamado tren turístico, y algo después hacia Gabás, primera población francesa del valle de Ossau, que luce orgullosa su vasta producción de quesos.
Pero mi primera parada será en Eaux Chaudes, balneario situado en un paraje de lo más angosto, sacando el máximo partido a la escasa anchura que ofrece el valle en este punto. Edificios de dos, tres y hasta cuatro plantas, muchos de ellos cerrados, siguiendo el patrón de la típica arquitectura francesa, con mucho encanto pero también con una considerable dosis de decadencia. Destaca también una pasarela colgante sobre el río Ossau que conduce a un espeso hayedo que crece en un ambiente de lo más húmedo.





Eaux Chaudes
Cuatro kilómetros más abajo se llega a Laruns, primer núcleo de importancia del Valle de Ossau según se desciende desde España, donde dejaré la carretera que conduce a Pau e iniciaré la ascensión hacia el puerto de Aubisque. Detengo mi vehículo para admirar lo mucho que se extiende Laruns en medio de verdes campos, tengo la sensación de estar ante una maqueta.
Laruns
Unos cuatro kilómetros después llegamos al segundo balneario de la ruta: Eaux Bonnes. De mayores dimensiones que el anterior, reproduce el esquema arquitectónico, aunque en este caso las edificaciones son de mayor porte. Se ve más ambiente, pero también hoteles que llevan años cerrados. Encanto, tronío y decadencia a partes iguales.





Eaux Bonnes
Prosigo viaje y enseguida se avistan los horrendos edificios de la estación invernal de Gourette, que no merecen una visita, y más con el buen sabor de boca que me han dejado Eaux Chaudes y Eaux Bonnes. Ni siquiera para admirar el elegante Pico de Ger, que podré ver con detenimiento poco después desde la cima del Col d'Aubisque, escenario de gestas ciclistas. 

Gourette
Col d'Aubisque y los colores de los tres principales maillots del Tour de Francia
La carretera desciende algo, pero enseguida se vuelve a empinar, camino de la cumbre del Col du Soulor. Las vistas son tan vertiginosas que, dado el escasísimo tráfico, incitan a detener el vehículo para admirarlas con tranquilidad. Destaca un paso característico, horizontal, excavado en la roca y de lo más expuesto a aludes, que obliga al cierre de la carretera durante la mayor parte de los meses del año. 



Entre el Aubisque y el Soulor

Descendiendo el Soulor me llama la atención en una curva de la carretera, junto a una borda, la vista hacia la cara norte del Balaitus, una perspectiva inédita para mí. 


El Balaitus, a la izquierda
Ya en la vertiente del Bigorre, llego a Arrens-Marsous, armoniosa población que se avista desde la cima del Soulor, en la que me deleito con tejados de pizarra, buhardillas y contraventanas de todos los colores.



Arrens-Marsous


Como empieza a hacerse tarde, me centro ya en el principal objetivo del día, y ya no me detengo hasta Gavarnie. No sin antes extraviarme por las calles de Argeles, apreciando los daños que las riadas producto del deshielo de junio causaron en el cauce del Gave de Pau y observando las múltiples posibilidades de la zona con Luz-Saint Sauveur como posible alojamiento para otra ocasión.
Y por fin Gavarnie. Como hicieran a finales del siglo XIX el conde Henry Russell, Ramond de Carbonnieres o Víctor Hugo, por fin podré recorrer el camino que separa Gavarnie de su afamado circo. Pero antes recorro la calle principal del pueblo, tomada por establecimientos de hostelería y de souvenirs. No tiene desde luego el encanto de las poblaciones visitadas durante el viaje, se nota que la masificación del turismo le ha hecho perder mucha autenticidad.

Astazus y Marboré
El circo, desde la calle principal de Gavarnie

Hotel Vignemale
La primera parte del camino hacia el circo es una amplia pista paralela al río sin apenas desniveles, apropiada incluso para montar en burro, que conduce en menos de una hora a una gran pradera trufada de pinos de gran porte con el telón de fondo formado por las impresionantes paredes y la cascada, para poco después alcanzar la Hôtellerie du Cirque. 

 


Hôtellerie du Cirque

A partir de aquí el sendero se estrecha y se empina hasta llegar en veinte minutos más a la mismísima cascada del circo, conocida como la de mayor caída de toda Europa, 423 metros. Te puedes acercar tanto que casi puedes meter la cabeza bajo el agua y empaparte de la magia y la historia del lugar. Es septiembre y el deshielo de la primavera queda lejos, pero ha sido un año tan nivoso que el caudal es considerable para la época.









Sólo me queda retornar al pueblo pero, mientras me cruzo con decenas de visitantes, será inevitable darse la vuelta de vez en cuando para admirar tan indescriptible anfiteatro de piedra.

 FECHA DE LA ACTIVIDAD: 18 de septiembre de 2013

1 comentario:

  1. Magnífico reportaje. A ver si no te da tanta pereza y nos obsequias de vez en cuando con documentales como este.

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